domingo, 23 de marzo de 2008

Cómo encontrar la felicidad.

El suelo retumbaba detrás de ti, desde las plantas de tus pies sentiste ese escalofrío recorrer tu cuerpo y llegar hasta la nuca, te inmovilizaba y ni siquiera eras capaz de mirar hacia atrás, ni de huir, apenas te alcanzaban las fuerzas para dar temblorosos pasos siguiendo un horizonte que sabías nunca podrías alcanzar. El viento te revolvía el cabello y seguías ahí queriendo no ser alcanzada, alcanzada por mí, por la sombra que fui y por todo lo que pudiera ser después. De la sombra, seguía creciendo y mis brazos parecían abrazarte y tú, con ese vestidito vaporoso que el viento prudente decidió no arrancarte y dejarte desnuda; ahí, intentando dar pasos de recién nacida, con la mirada fija en quién sabe dónde, con los ojos secos y no de llorar, sino de ese viento capaz de enfriar un volcan y de hacer de ti, esa que intentaba caminar. Con los hombros caídos, con las puntas de los dedos apuntando hacia el piso y no, aun así viéndote en ese estado, no quise arrancarte los últimos suspiros, prefiero juguetear, prefiero ir lentamente detrás de ti, ondulando de izquierda a derecha y tú, todavía pensabas graciosamente huir.
No hay a dónde ir, no hay ningún camino, si esto fuera arena y pudieras sacar a tu mirada de ese trance, quizá te darías cuenta que llevas ya mucho tiempo caminando en círculos, que has pisado las mismas huellas, con los mismos pies, incluso llegas a pisar en orden esas huellas y yo aquí, viéndote atrapada como el ratón en laberinto, como Minotauro, como Teseo como quieras, pero aquí a veces me acerco para ver que no has vomitado de tantos pasos en círculos perfectos y no , sigues ahí, dando giros que de sólo verte unos segundos me mareas y me escondo y regreso por donde vine y me hago pequeño, me hundo en este piso; de vez en vez me asomo a escondidas y veo que te has detenido y a la vez se detiene el tiempo y se detiene el viento y pierdes esa mirada extraviada y esa boca que tenías entreabierta la cierras para tragar saliva, si empiezo a salir continuas apresuradamente como queriendo recuperar el tiempo perdido y dar esos pasos que no has dado mientras estoy escondido, el viento sopla fuerte, más de lo común, también siente que debe recuperar lo no hecho. Pero cuando no soy sombra ni salgo del piso, ni intento abrazarte, ni juego al espectro y me acerco caminando me doy cuenta pronto, que has desaparecido, que sigo no sé qué cosas, que mis ojos están secos y absorto en no sé qué pensamientos camino, con los hombros caídos, con la boca entreabierta y siento que me recorre de pies a nuca un escalofrío y siento que una gran sombra quiere adueñarse de mi pero siento miedo y con mis piernas débiles intento caminar lo más rápido posible y me reconozco que ese camino ya lo he hecho varias veces y no entiendo por qué, siento como si llevara años dando pasos sobre los ya dados y el viento desaparece, deja de soplar y yo me siento ligero, ya sin ese fantasma por detrás que no entiendo qué intenta y empiezas a aparecer frente a mi con ese mismo vestido y esa tibia actitud, quiero alcanzarte pero unas escaleras me hunden en el suelo y comienzo a ser una sombra que crece y crece, pero ese sentimiento sigue ahí; de lo que es mio y únicamente quiero tocar.
Si sólo supieras que quiero abrazarte, nada de esto tendría que pasar.